Desde que llegué a Leeuwarden, empecé a buscar sitios de música interesantes, los cuales era incapaz de encontrar en casa. Desde el primer día, me di cuenta de que este sitio estaba repleto de estudiantes y músicos, que estaban igual de interesados que yo, lo cual me alegra.
Por: Tomás O’Reilly Gallardo
Conociendo a músicos de Leeuwarden
Mantuve conversaciones durante horas acerca de artistas que creía que solo yo conocía (como JJ Cale o Vulfpeck) y supuse que este sitio me daría buenas alegrías. No me equivocaba. Uno de los primeros sitios que visité fue Scooter’s Café, un bar bonito con un pequeño escenario al lado de la ventana en el cual todo tipo de gente se mezcla y ocurren cosas inesperadas, especialmente cuando añades el ingrediente secreto de este bar: karaoke.
Primeros pasos en Mukkes
Hace algún tiempo, finalmente entré en Mukkes. Había oído hablar de este bar antes pero el nombre holandés hacía que lo olvidara con frecuencia. Estaba con un grupo de holandeses, todos de mi edad, con algunos de los cuales ya había estado anteriormente. Después de algunas cervezas en una casa, fuimos al famoso Mukkes, el cual tenía muchas ganas de ver porque me habían dicho que me gustaría al ser un sitio muy underground.
Efectivamente, el punk a todo volumen me pegó en la cara nada más entrar. De hecho, no me sorprendería si alguien me dijera que las puertas pesan tanto por todas las pegatinas que tienen. Una vez dentro, el ambiente era distinto, más rudo que en otros sitios de la ciudad, pero de ahí su encanto. No había demasiada gente, pero las conversaciones no fluían.
Improvisando
Después de acomodarnos, algunos de mis amigos empezaron a preparar sus instrumentos: bajo, guitarra, trompeta… Al principio era un poco escéptico, pero después me di cuenta de que me equivocaba cuando empezaron a tocar. La combinación de técnica y buen gusto musical que estaba en el escenario hicieron las delicias del público. El vaivén de blues, rock, funk y armonías de soul tenían a la gente pendiente del siguiente cambio.
Después de 20 minutos, los chicos terminaron de tocar y el bar estaba mucho más lleno que anteriormente y deseoso de escuchar más música. Al final, me sentí halagado cuando me invitaron a tocar con ellos pero no pude igualar su talento, aunque el mero hecho de tocar con gente anima a todos los que están alrededor. Dueños de instrumentos iban y venían, prestaban y tocaban los de los otros.
Al parecer, Mukkes hospeda toda la música que no entra en otros sitios en Leeuwarden, lo cual es ansiado y buscado por mucha gente de la ciudad que busca algo diferente. Para mí, esto es solo el principio de un descubrimiento genial.